Friday, January 13, 2012

Cuando lo profano se convierte en sagrado (Frankistas y Sabateanos) - Israel Jacob Yuval - Haaretz



Muchas figuras mesiánicas en la historia judía tenían nombres con un significado mesiánico. Dos de los más famosos aspirantes a redentores, y cuyos nombres dan testimonio de sus cualidades mesiánicas, fueron Jesús ("Señor", en hebreo) de Nazaret y Shimon Bar Kojba (Bar Kojba, el "hijo de la estrella" en hebreo). Puede ser que el Rabbi Yehuda Hanasí, el editor de la Mishná, también se viera como un Mesías, identificándose con la tribu de Judá, que estableció el reino de la Casa de David. Hace poco me encontré con la sugerencia de que Moisés Maimónides también tuvo pretensiones mesiánicas, a raíz de su identificación con su nombre. Él se vio como un segundo Moisés, y por lo tanto, al igual que el primero, escribió una nueva Torah (la Torah Mishna), y condujo a su pueblo como el rais (líder) de los judíos, y fue alguien cercano al gobernante de Egipto. El erudito Moshe Idel sostiene que Shabbatai Zvi se identificó con las cualidades astrológicas y mesiánicas del planeta Saturno ("Shabbatai" en hebreo). Y Jacob Frank, que murió en 1790 y fue el fundador de la secta de los Frankistas, también se veía como el Mesías, identificándose con la figura bíblica del patriarca Jacob, y viéndose a sí mismo como el tercer Shabbatai, tras el original Shabbatai Zvi y su discípulo Baruchia Russo.

El libro de Pawel Maciejko sobre la historia del movimiento Frankista, que pronto será publicado en la traducción hebrea del Centro Zalman Shazar, me recordó la experiencia que tuve hace varias décadas atrás cuando leí el libro de Gershom Scholem "Shabbatai Zvi: El Mesías místico, 1626 - 1676". Resulta muy raro que un trabajo de investigación académica ofrezca la experiencia de una lectura fascinante. Desde este punto de vista, el libro de Maciejko sobre Jacob Frank y el movimiento Frankista, que fue galardonado en el 2010 con el premio Polonsky a la creatividad y originalidad en el campo de las Humanidades por la Universidad Hebrea, donde el autor es profesor de pensamiento judío, es un sucesor natural y valioso del volumen ya clásico de Scholem sobre Shabbatai Zvi y sus seguidores.

Y también es un libro innovador, con no sólo una, sino muchas innovaciones importantes. Una de ellas es permitir discernir la diferencia entre los Frankistas y los Sabateanos (seguidores de Shabbatai Zvi). Maciejko argumenta que los Frankistas no pueden ser contemplados como unos descendientes directos de estos últimos. Jacob Frank hizo todo lo posible para distanciarse de los Sabateanos, así como de los Doenmeh (la secta sabateana convertida el Islam y que existió en el Imperio Otomano). Para Jacob Frank, Shabbatai Zvi no había conseguido nada, por lo que él se encontraba en ese aspecto solo y podía ser considerado como un innovador. Esta búsqueda de la diferencia y de la singularidad caracteriza la historia vital y el comportamiento de Jacob Frank. Dondequiera que iba, se destacó como diferente y extranjero.

Maciejko se toma su tiempo para señalarnos algunos de los rasgos que diferencian a los Frankistas del movimiento previo de los Sabateanos: su perfil público y su disposición a la participación en el gobierno de los asuntos internos judíos, y como resultado de ello, la brutalidad de la campaña rabínica en su contra. Mientras que los Sabateanos fueron considerados un problema interno judío, al que las leyes judías y los argumentos teológicos podían hacer frente, los Frankistas fueron contemplados como una presencia divisiva dentro del judaísmo, donde era probable que dieran lugar a una nueva religión.

El libro describe la Podolia (hoy parte de Ucrania, en su momento parte de Polonia), donde Jacob Frank estuvo muy activo en la segunda mitad del siglo XVIII, como un lugar en el que floreció la herejía judía. Incluso un siglo después de la conversión de Shabbatai Zvi al Islam, en 1666, muchos judíos en Podolia continuaban siguiendo su camino. El capítulo judío de los Frankistas duró apenas dos años. Se inició en 1756, con una ceremonia mística y erótica en la ciudad de Lanckorona, donde la esposa del rabino local bailó desnuda con una corona de la Torah en su cabeza, y el resto de los participantes, seguidores de Frank, cantaron y bailaron con ella. Se la celebró con pan y vino, y se la besó como si se tratara de una mezuzá.

La ceremonia ilustra una situación donde se equipara el simbolismo religioso con la existencia real, de manera ontológica, y algunos la interpretan como una expresión del abandono de un simbolismo medieval que se había separado de la vida real. Este incidente presentaría a los Frankistas como una gente que contemplaba la profanación de los preceptos religiosos como un elemento de vital importancia para el debilitamiento de la autoridad rabínica. El caso levantó una tormenta rabínica y llevó al ostracismo de los Frankistas.

Mientras que los Sabateanos también fueron excomulgados oficialmente, su ostracismo social nunca fue aplicado. Y su excomunión se había producido únicamente por la iniciativa de algunos individuos, y no de la institución rabínica. Los Frankistas fueron los primeros en ser excomulgados de manera organizada y metódica. La razón para ello provenía de la ceremonia desarrollada en Lanckorona, la cual rompía la anterior conspiración de silencio. Los Sabateanos habían actuado sin llamar la atención rabínica, a lo largo de una línea que podríamos resumir en "No preguntes y no te responderemos". Sin embargo, el incidente de Lanckorona significó cruzar una línea mucho más allá de lo que había sido aceptable en el caso Sabateano. La gota que colmó el vaso no fue necesariamente el aspecto erótico-sexual de la ceremonia, sino el uso de los símbolos cristianos del pan y el vino.

El capítulo judío de los Frankistas terminó en 1759, con su conversión al cristianismo. Al igual que el movimiento cátaro que surgió en Languedoc, Francia, en los siglos XII y XIII, y cuyos seguidores fueron acusados de herejía y excomulgados, llevando a la Iglesia a establecer la Inquisición, los que “provocaron” la conversión de los Frankistas fueron los mismos judíos tradicionales, encabezados por el Consejo de las Cuatro Tierras (un órgano representativo de los judíos de Europa del Este que se reunía para discutir temas de interés mutuo y que existió entre 1580 y 1764), que prefirieron verlos fuera de la comunidad judía antes que tolerar la existencia de una herejía interna judía.

Pero no todos los judíos opinaban de esta manera. Judá Leibes ha planteado la posibilidad de que el Baal Shem Tov (el rabino Yisrael ben Eliezer, el fundador del hasidismo) murió en 1760 lleno de tristeza a causa de la conversión de los Frankistas un año antes, ya que él los veía como un órgano más del cuerpo místico del judaísmo. Sin embargo, esta era su opinión personal, no la de la institución rabínica, que prefirió expulsar a sus hijos rebeldes. Y así, después de muchas generaciones en las que los judíos habían luchado con todas sus fuerzas contra la conversión al cristianismo, los líderes rabínicos de Polonia apoyaron e incluso animaron a los seguidores de Jacob Frank a convertirse al cristianismo.

Este impulso hacia la conversión fue el resultado de la aversión despertada por los Frankistas entre los judíos tradicionales. Maciejko menciona por ejemplo los intentos desarrollados por los Frankistas de confirmar la verdad de los libelos de sangre (la acusación de que los judíos necesitaban sangre cristiana para sus ceremonias religiosas), y ello con el apoyo de los miembros más conservadores del establecimiento eclesial, pero con la oposición de los principales cargos de la Iglesia, encabezados por los círculos conservadores de la curia papal. Los Frankistas incluso llegaron a ampliar dicha controversia al afirmar que la prueba de los libelos se podía encontrar en los textos judíos - en las costumbres de la Pascua y en el Talmud -. La novedad aquí residía en que la supuesta exigencia de sangre cristiana por los judíos no se hacía en nombre de procesos curativos o mágicos, tal como se afirmó durante la Edad Media, sino como un requisito inherente a los mandamientos religiosos. En consecuencia, no sólo los grupos marginados y crédulos eran sospechosos de esas prácticas, sino todos los practicantes de la religión de Moisés. En su excelente análisis, Maciejko describe la postura de los Frankistas con relación a los libelos de sangre desde la perspectiva de su impacto en el futuro, y nos muestra por ejemplo su destructiva influencia en los libelos de sangre del siglo XX, alimentando inclusive la famosa acusación de asesinato ritual contra Menahem Mendel Beilis, en la Rusia de 1913.

La exacerbación de las tensiones religiosas internas dentro del judaísmo se conecta directamente con una disminución de las tensiones con los cristianos. Uno de los mayores opositores y combatientes de los Sabateanos, el rabino Jacob Emden (1697 - 1776), consideraba al cristianismo como una religión tendente a enmarcarse entre el monoteísmo y los "siete mandamientos de los hijos de Noé" de los paganos, y como una “iglesia celestial". Aunque el cristianismo y el judaísmo eran religiones que compartían, a su juicio, un denominador común, y ambas eran legítimas, estaban destinadas a diferentes pueblos, Emden consideraba al Sabateanismo como una nueva y peligrosa religión. Pero mientras que su guerra contra los Sabateanos no tuvo un gran éxito, la aparición del Frankismo le permitió extender su batalla contra los Frankistas.

La posición de Emdan le llevó a involucrar a los cristianos en su lucha contra estos herejes judíos y los Frankistas respondieron de la misma manera. Y así, los dos bandos estaban el uno frente al otro, cada uno ayudado por diferentes grupos de cristianos. Los Frankistas describían al judaísmo como una religión basada en un poco caritativo “legalismo”, mientras que los rabinos contaban con la reacción (negativa) de la iglesia ante los movimientos religiosos que tendían hacia el éxtasis, además de su desconfianza ante las experiencias religiosas privadas desviadas del marco de la Iglesia.

Estos procesos llevaron a la diferenciación del Frankismo del Sabateanismo. Y esto ocurrió, paradójicamente, en el momento en que Jacob Frank estaba ausente de Podolia, en los años decisivos de 1756-1757, que los pasó en Turquía. Sin embargo, Jacob Frank continuó guiando a sus seguidores, incluso desde la distancia, un hecho que se expresa en la aceptación de dos principios fundamentales: la adopción de la Santa Trinidad cristiana y el rechazo del Talmud como lleno de errores y sacrílego.

La historia de los Frankistas no terminó con su conversión. Algunos de ellos trataron de mantener las marcas de su judaísmo, incluso después de convertirse en cristianos: manteniendo los nombres hebreos, absteniéndose de casarse con mujeres no judías y de comer carne de cerdo, descansando el sábado judío además del domingo, y estudiando el misticismo judío. La conversión de los Frankistas suscitó respuestas contradictorias dentro del mundo cristiano. Los protestantes se sintieron decepcionados ante su compromiso con el “idólatra” Catolicismo, ya que el más “puro” Protestantismo les parecía más cercano al judaísmo. Por el contrario, los católicos utilizaron su éxito con los Frankistas en sus luchas contra los protestantes, sobre todo después de que la tolerancia religiosa se convirtiera en parte del sistema jurídico de Polonia a principios de la década de 1770. Jacob Frank fue realmente un devoto católico en su conciencia religiosa, atraído como estaba por los aspectos míticos y por los rituales del cristianismo.

Y también el movimiento Frankista tiene una gran deuda en lo que respecta a la colaboración entre rabinos y sacerdotes. Cuando el movimiento sabateano comenzó, cuando aún representaba a un pequeño grupo, todo lo que pretendía era oponerse a los rabinos y a su autoridad. Posteriormente, el Sabateanismo se convirtió en un movimiento de masas, pero tras la conversión al Islam de Shabbatai Zvi y Nathan de Gaza, volvió a convertirse en un movimiento marginal y con una dirección dispersa. Los Frankistas se movieron en la dirección opuesta. Su rechazo del establishment rabínico les convirtió en un movimiento de masas en 1759-1760. Pero la presión rabínica por un lado (dentro de la comunidad judía) y el deseo de los rabinos de que optaran por el catolicismo, provocó que los Frankistas, para definir su identidad con una mayor claridad, optaran por separarse tanto del judaísmo como del cristianismo. Estas determinaciones representan las innovaciones más importantes de este libro fértil y rompedor.

"La multitud mezclada" termina con una descripción del movimiento Frankista en tres de sus principales centros: Offenbach, Praga y Varsovia. Señala como las figuras más activos del movimiento en Praga se centraron y admiraron en un primer momento a Jacob Frank, pero luego comenzaron a mostrar sus reservas sobre él y sus descendientes. Este círculo de Praga es en gran medida el responsable de que se extendiera la idea de que el Frankismo fue una continuación natural de Sabateanismo, contribuyendo a promover la idea de que ambos movimientos fueron los precursores de la Ilustración judía.

La historia del movimiento Frankista se nos muestra inmersa en la textura de la historia política e intelectual de la época, el resultado es un maravilloso panorama de un mundo judío muy bien conectada con su entorno no judío.

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1 Comments:

Blogger Renton said...

y cuyos nombres dan testimonio de sus cualidades mesiánicas, fueron Jesús ("Señor", en hebreo) de Nazaret y...

Qué lamentéibol, Yashúa significa Salvador.

:S

9:49 PM  

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